La Edad Media tuvo La Peste. La Peste del siglo XXI se llama desmotivación. Estamos sufriendo una epidemia que desgraciadamente sigue extendiéndose, acrecentada por una sociedad de consumo que se alimenta de la ignorancia de gran parte de los miembros que la forman.
El humilde redactor que escribe este artículo, que soy yo, miembro de un equipo de magníficos profesionales terapeutas expertos en adicciones, tuve lo que yo denomino con cierto sarcasmo un “pasado oscuro”: formé parte profesionalmente de este engranaje consumista, dedicándome al marketing, o sea, a crear necesidades donde no las hay, que es lo que hace cualquier sociedad de consumo.
Colaboré en crear campañas dirigidas a gente muy jovencita en la que se inducía de una forma bastante explícita que si consumías esta o aquella marca de una bebida alcohólica determinada, ibas a ser guay, te ibas a ligar a much@s chic@s sin tener que hacer mucho más por tu parte, prácticamente todo lo hacía el producto que consumías por ti.
No me culpo por de ello, ya que entonces era bastante ignorante eudaimónicamente, pero sí que me hago muy consciente como psicólogo que soy, del daño que se puede hacer con determinados mensajes consumistas a personas que están indefensas, que no han alcanzado un mínimo grado de sabiduría para poder defenderse de estas campañas. Es más, a todos mis pacientes les hablo de este “pasado oscuro” mío para que entiendan muy bien que la psicología es un arma poderosa que se puede utilizar proactiva o destructivamente, al igual que con la energía nuclear podemos iluminar una ciudad o hacer una bomba de destrucción masiva.
Podemos distinguir dos grandes tipos de motivaciones:
Motivación Extrínseca: es aquella que nos mueve a conseguir algo que nos va a generar bienestar. Neurobiológicamente tiene que ver más con nuestra parte del cerebro filogenéticamente más primitiva, y correlaciona con lo que se denomina felicidad hedónica o hedonista: comprar, comer, drogarse… Son gratificaciones que se obtienen a corto plazo y que pueden desarrollar conductas de dependencia cuando se practican de una forma no adaptativa y patológica.
Motivación Intrínseca: es “la buena”, la que nos mueve hacia la felicidad, vinculada con la realización de actividades de tipo altruista y la obtención de objetivos o gratificaciones simbólicas a largo plazo, lo que da sentido, significado y propósito a la existencia de la persona: ayudar a los demás o participar en actividades que tienen una repercusión positiva para la comunidad.
Pues bien, en la medida en la que nos encaminamos hacia la segunda modalidad motivacional, decimos que maduramos, con todo el maravilloso peso específico que tiene esta palabra.